martes, 4 de agosto de 2009

Un nuevo intento perdido en el bosque

Estaba sentada esperando que las palabras llegaran a su pluma, el tiempo corría y el papel seguía como la niebla matutina de aquel lejano pueblo.

Se sentía frío desde el balcón, los vidrios estaban empañados del otro lado gracias al calor de la salamandra. No estaba planeado escribir una carta pero las palabras comenzaron a fluir, y la pluma comenzó a despejar el cielo, a pintarse de azul.

“En este instante te recuerdo, me recuerdo... Era invierno, llovía cuando comenzó la aventura, corríamos como escapando del agua que incesante nos bañaba, corríamos acariciando al viento. Cuando llegamos a la orilla, al borde del risco, nos sentamos a ver como el mar extendía sus brazos en busca del abrazo que no llegaba y se retiraba rasguñando la arena, juntando fuerzas para alcanzar a quien lo envolvería en el calor que esperaba.

Nos paramos, corrimos intentando volar, de la mano…

Te recuerdo empapado bajo el tejado, como las gotas recorrían tu cara, como la impaciencia te atrapaba y tus manos temblaban sujetando la llave que buscaba la cerradura. Recuerdo mi impaciencia… entramos a casa, te abrace y te despojé de del frío que traías a cuesta, te cubrí con mi cuerpo, me convertí en el agua que te bañaba, tú fuiste viento y juntos fuimos mar...

¿Te acuerdas?

No ha sido fácil tu ausencia, tu olor me sigue y busco tu sombra cuando camino. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué tu recuerdo invade esta hoja?... ¿Porque me dejaste con el fruto de la aventura bebiendo incesante?

Sé que hoy me miras y lees estas líneas, sé que como yo quieres abrazarme y proteges al que robó tus ojos y tu sonrisa…

Te Amo”

El cielo ya era azul cuando el dulce sollozo del niño la llamó, cuando sus pechos se descubrieron, cuando los ojos del niño sonrieron.